Para nosotros, acortar una psicoterapia consiste sobre todo en hacer un menor número de sesiones y/o en celebrar las sesiones a lo largo de un período de tiempo menor. También puede implicar hacer sesiones de menor duración, aunque en general preferimos alargar un poco las sesiones si con ello conseguimos reducir el número de las mismas.
La duración del tratamiento es breve, las sesiones que el paciente necesite y las menos posibles. Se estima que la media de permanencia del paciente en psicoterapia hasta su restablecimiento es de 4 a 10 sesiones en un intervalo de 3 a 12 meses. Algunas terapias requerirán de más de 10 sesiones y, en ocasiones, se podrá solucionar en la primera entrevista, siendo la media, aproximadamente, de 7 sesiones.
"Acortar la psicoterapia tiene indudables ventajas de tipo económico, pero es ante todo una opción que obedece a motivaciones clínicas y, en última instancia, éticas."
Desde el punto de vista de los consultantes, acortar la terapia supone sobre todo acortar su sufrimiento, no prolongar innecesariamente la ansiedad y la angustia que se asocia a casi cualquier problema psicosocial. Por otra parte, una terapia más breve implica que los consultantes resuelvan o manejen antes sus problemas, lo que se traduce a menudo en que recuperan antes un funcionamiento satisfactorio en el ámbito personal, familiar o laboral. Por tanto, una terapia más breve implica tanto padecer durante menos tiempo los problemas que la motivan, como que se perturbe durante un periodo de tiempo más corto el funcionamiento de las personas en otras áreas de su vida.
Finalmente, para el consultante una psicoterapia más corta supone también un gasto menor, en dinero, en tiempo, o en ambas cosas.
Desde nuestro punto de vista como terapeutas, entendemos que acortar una psicoterapia permite que los consultantes recuperen antes su competencia personal, que restablezcan antes su capacidad de funcionar autónomamente y sin la ayuda de un experto externo. Suscribimos el punto de vista de que la psicoterapia es, ante todo, un proceso mediante el cual una(s) persona(s) desmoralizada(s) por sus problemas recupera su competencia en el control o resolución de los mismos.